viernes, 7 de mayo de 2010

STICKY FINGERS


Corría el año 1971 cuando The Rolling Stones ya eran la banda más grande del mundo, Mick Taylor llevaba bastante tiempo encargándose de la 2ª guitarra, el reconocimiento multitudinario había llegado y el dinero, las drogas y las mujeres corrían por el lujoso apartamento de sus satánicas majestades.

Venían de crear una obra maestra como “Let it bleed” y se dirigían a elaborar otra como fue “Exile on Main St.”, pero entre medio, se inspiraron para volver a sacar magia de la chistera. Esta vez serían 10 canciones las que meterían en la cajita de cartón que Andy Warhol había diseñado para ellos. La portada de Warhol con esos pantalones vaqueros ceñidos a la entrepierna es casi tan famosa como el propio álbum. También hay que destacar que es la primera vez que vemos aparecer el logotipo creado por John Pasche para el grupo, la famosa lengua de los Stones.

La colección de canciones que lo componen hacen de él uno de los 3 mejores discos de la historia del rock y muy poca gente sería capaz de dejarlo fuera de ese honor, así que lo mejor será que pasemos a repasar cada uno de los cortes que lo componen mientras lo recuperas de tu estantería para volver a escuchar esta auténtica joya que, de hecho alcanzó el número 1 en las listas británicas y en las estadounidenses.

“Brown sugar” con uno de los riffs de guitarras más famosos de Keef, dando entrada a Mick con la rítmica y a una pandereta de acompañamiento, justo antes de que el resto del grupo les acompañe. Los arreglos de los teclados quedan realmente completos y las melodías de Jagger se pegarán a tu cerebro para el resto de tus días. El estribillo final con Jagger gritando “I say yeah! Yeah!! Yeah!!! Oooooooooh” queda para la historia de la música. La colaboración de Bobby Keys con el saxo es notable.

“Sway” comienza más relajada, con un ritmo mucho más bluesy y unos coros cojonudos. Las guitarras suenan compactas y desgarbadas al mismo tiempo, al mas puro estilo Richards. La garganta de Mick Jagger se rompe continuamente mientras Keef se marca uno de sus geniales solos melódicos, nada técnicos pero plenos de feeling.

“Wild horses” es junto a “Angie” la balada más conocida de sus satánicas majestades. Guitarras acústicas acompañadas por el suave golpeo de Charlie a la caja y la quejumbrosa voz de Mick cantándole a las drogas. La presencia de teclados acentúa el dramatismo del tema dándole un aire más intimista.

“Can’t you hear me knocking” vuelve a poner de manifiesto que, por encima de todo, esto es rock and roll, un buen riff de guitarra, ritmo acompasado de las bases y unas buenas melodías vocales acompañadas por pasión y entrega en la interpretación. Eso es esta canción. Destaca el interludio rítmico con saxo tenor y combas. Le añadimos un estribillo pegadizo, unos buenos coros y un solo con clase y ya lo tenemos ¡Pero qué difícil es saber hacerlo!

“You gotta move” es un blues puro y duro, arrastrándose por el delta del Mississippi. Versión del clásico de Freddie McDowell donde la guitarra acústica suena como lo hacía Son House, poderosa y ruidosa; los pocos bombos y platos que mete Charlie son con contundencia; los coros parecen sacados de la misma ribera del mítico río; y Mick canta dejándose llevar por la corriente quejumbrosa del mastodóntico torrente.

Llega otra de las míticas, “Bitch”, con otro de esos riffs que el señor Richards crea para la posteridad. Solo por él ya vale la pena escucharla, pero es que además Jagger nos regala otro de esos estribillos rabiosos y pegadizos que acompañados por la sección de metales devienen en pura leyenda y jamás te cansas de escucharlos. El solo de Keith es de los más destacados de todo el disco.

“I got the blues” es una balada de tempo tranquilo y bases de blues con cierto aire de soul. El punteo continuado de las guitarras sobre el lamento constante de las trompetas y la arrastrada voz de Mick Jagger le confiere un encanto arrebatador. Hay que destacar el iracundo solo de hammond por parte de Ian Stewart.

“Sister morphine”, único tema donde colabora Marianne Faithfull (exnovia de Jagger) con el dúo Jagger/Richards en la composición, empieza con la guitarra acústica y cierto contoneo titubeante de Mick, entra el punteo de la guitarra eléctrica mientras Jagger sigue cogiendo ritmo al son que marca el incremento constante de instrumentos y potencia en la canción. Un temazo que pone los pelos de punta al más chulo. Hasta que no pasan más de 2 minutos y medio no entra Charlie con la batería, entre juegos de los teclados al fondo sobre los punteos de Keith con la guitarra.

“Dead flowers” es un tema más americano, con mucho aire country y una gran presencia de los teclados. El continuo punteo de Keef con su Fender sobre el rítmico golpeo de Charlie da rienda suelta a la creatividad de Mick con las melodías.

El álbum se cierra con otra grandísima canción como es “Moonlight mile”. Los fraseos iniciales de las guitarras con el teclado de fondo y los coros vocales dan paso a la quebradamente aguda voz de Mick Jagger. Es una de mis canciones favoritas de toda la carrera de los Stones y los arreglos de cuerdas (obra de Paul Buckmaster) y teclados la convierten en una preciosidad disfrazada de canción, dando por cerrado una de las maravillas musicales más grandes de la historia del rock.

La lírica del álbum fue de las más duras que jamás escribieron los Rolling Stones, con continuas referencias al sexo, las drogas o la esclavitud. Tanto “Brown sugar” como “Wild horses” o “Sister morphine” hablan descaradamente de heroína y morfina.

La lista de colaboraciones es larguísima y podemos destacar los coros de Ronnie Lane, Billy Nichols y Pete Townshed, las teclas de Ian Stewart, Billy Preston o Billy Nichols, las congas de Rocky Dijon, o la sección de metales que corre a cargo de Bobby Keys y Jim Price.

La historia de la banda es mundialmente conocida y sus entresijos han pasado a la leyenda del rock en particular y a la mítica de la música en general, así que hazme caso y recupéralo de tu estantería para ponerlo a todo trapo en tu reproductor.

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